2 jul 2010

Una tarde con mis hijos


Hace poco leí en un blog que trabajar con las manos (hacer manualidades, por ejemplo) despeja la mente y la deja libre de pensamientos. 

Cuando la vida, por esas extrañas vueltas que le gusta dar, te da tiempo y quebraderos de cabeza es mejor optar por hacer algo. Así que yo que ahora me encuentro en esa tesitura decidí invertir mi tiempo en algo que, por un momento, me permitiera despejar, aunque sólo fuese un poco, mi mente. Y que mejor que hacerlo con las dos personitas más importantes que hay ahora mismo en mi vida.

A ellos, como a mí, les encanta hacer fotos y también las manualidades, así que decidí aunar ambas cosas.

Les pedí que cada uno hiciéramos unos ojos. La maiko los quiso negros y amarillos y con mi ayuda los hicimos de cartulina. El ninja decidió dibujarlos sobre cartulina azul y les puso unas pestañas que ya quisiera MaxFactor. Y los míos, fueron un poco, tipo Barrio Sésamo ¿por qué será?

Hicimos dos rondas. En la primera cada uno los pegó donde mejor les pareció y después sacamos una foto de cada. La maiko optó por seguir decorando nuestro pasillo justo donde antes ya había pintado con sus lápices de colores.
El ninja redecoró una de las pegatinas que decoran su litera. Y yo, tuneé el interuptor del cuarto de baño. 
Aquí podéis ver el resultado.


Después hicimos una segunda ronda, un poco más difícil. En la que cada cual pegaría los ojos y los demás teníamos que encontrarlos. La maiko, con el carácter que la caracteriza, decidió que ya no jugaba más. Pero el ninja y yo sí.
Después de buscar y buscar encontraron los míos pegados en la sillita de maiko y ninja, poniendo los suyos, nos descubrió un robot donde antes sólo veíamos la cerradura de nuestra puerta. Creo que sin lugar a dudas, en esta ronda ninja salió vencedor.

Y es que a veces sólo hay que fijarse un poco para poder ver lo que tenemos delante cada día, 
pero a veces no queremos ver.


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