Creo que es un buen comienzo explicar la razón de mi nombre.
Una tarde de verano, mis hermanos y yo, entonces jóvenes adolescentes, vimos uno de los famosos documentales de La 2 sobre la vida en Tokyo. En él explicaban como la señora Yamamoto (la original) se levantaba 6 días a la semana a las 4:30 de la mañana para coger un tren, cruzar toda la ciudad y llegar a un macro-hospital donde hacía 800 camas al día.
Cuando terminaba, la señora Yamamoto, cogía un autobús y viajaba durante 3 horas y 40 minutos hasta Osaka donde colaboraba en un centro de acogida de gatos callejeros. Durante 5 horas cuidaba, lavaba y daba de comer a 300 gatitos desvalidos.
Pero, como tenía un sueldo bastante bajo, y además ni su marido ni sus dos hijos tenían trabajo, al final de su jornada y ya de vuelta a Tokyo, trabaja en una concurrida estación de metro de la ciudad. ¿Haciendo qué? (os preguntaréis). Pues nada más y nada menos que introduciendo a empujones a los viajeros en los vagones pues se trataba de la hora punta.
Tras terminar su agotadora jornada, la señora Yamamoto volvía a su casa de 15 metros cuadrados para preparar la cena y estar con su familia.
Mis hermanos y yo quedamos tan impresionados por esta super-mujer, que adoptamos el nombre de señora Yamamoto para designar a cualquier persona trabajadora incansable y dispuesta a realizar cualquier tipo de tarea aprovechando cada segundo del día.
Hoy en día, la señora Yamamoto es mi Alter Ego, y no sólo porque todo lo relacionado con Japón me persigue (y me además, me gusta), sino porque además de intentar trabajar, estudiar, cuidar de mis niños pequeños y de mi niño grande, y las inagotables tareas del hogar, en mi tiempo libre, hago camisetas, broches y otros adornos de fieltro y tela.
A día de hoy, no sabemos que habrá sido de la original señora Yamamoto, pero la nueva ya está aquí.
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